EXTRA: James Carter

Narrado por James

A veces, la vida no te arrebata las cosas. Simplemente te las esconde, te las aleja con una violencia sutil. Eso fue lo que me pasó con Cristina.

La conocí en un hotel de Guadalajara, una tarde en la que mi vuelo se había retrasado. Ella atendía en la recepción con una sonrisa luminosa, de esas que te hacen olvidar por qué estabas molesto en primer lugar. Me ofrecí a ayudarle con unas cajas, terminamos tomando café, y sin darme cuenta, me estaba riendo como no lo hacía desde hacía años.

Pasamos tres semanas inseparables. Me enamoré de su risa, de su manera de mirar el mundo, de su bondad sencilla. Me fui con la promesa de volver. De traerla conmigo. De tener una vida juntos.

Pero entonces el accidente. Un taxi, un cruce mal calculado, y todo se apagó. Estuve en coma dos años. Cuando desperté, no recordaba ni mi nombre. Mucho menos a Cristina.

Pasó otro año hasta que mis recuerdos comenzaron a regresar. Fragmentos al principio. Luego su rostro. Su nombre. Su voz. Y cuando finalmente recordé todo... regresé a buscarla.

Pero ya no estaba. Nadie sabía nada. Y mi corazón... quedó partido por segunda vez.

Hoy, tantos años después, la encontré de nuevo. En una reunión de negocios en otra ciudad, por pura casualidad. Y fue como respirar de nuevo.

Al principio no quería verme, le rogué que me escuchará, que las cosas no eran como pensaba y así lo hizo.

Me abrazó. Lloró. Me escuchó. Y luego me lo dijo: tengo una hija. Una hija a la que nunca vi gatear, caminar, reír, llorar. Que nunca me llamó papá.

Y eso me rompe. Porque no estuve. No la protegí. No le enseñé a andar en bicicleta ni le conté cuentos antes de dormir.

Pero estoy aquí ahora. Y quiero conocerla.

Cristina me dijo que tiene mis ojos. Si es cierto, entonces tal vez ella me vea y reconozca algo. Tal vez no todo esté perdido. Tal vez aún haya algo que pueda construir.

Aunque no me llame papá... yo ya la amo como tal.

Y no pienso perderla de nuevo.