Capítulo 9

Yo siempre había dicho que lo mío no era la fama. Ni los likes, ni los trending topics, ni mucho menos los virales. Yo quería amor, no ser un meme. Pero claro… el universo tenía otros planes.

Todo empezó en una cita con Martín, un chico encantador que me invitó a patinar sobre hielo. Sonaba romántico: luces navideñas, música suave, la oportunidad perfecta para lucir graciosa pero adorable.

El problema era que yo no había patinado en mi vida.
—No te preocupes, yo te enseño —dijo él, confiado.

Cinco minutos después yo ya estaba abrazando la barandilla como si de ella dependiera mi existencia. Mis piernas parecían de gelatina, mis brazos hacían aspavientos ridículos y, mientras tanto, Martín deslizaba como si fuera campeón olímpico.

Lo peor llegó cuando intenté soltarme para impresionarlo. Di dos pasos torpes y… ¡paf! Caí de espaldas con un grito digno de película de terror.

Hasta ahí, todo normal. El problema fue que un adolescente con celular capturó el momento exacto en el que yo caía… llevándome por accidente a un niño, a su padre y a un tipo disfrazado de reno que pasaba por ahí. Como fichas de dominó, todos terminaron en el suelo.

El video voló.

Primero en TikTok: “Cuando tu cita te lleva a patinar y tú causas la Tercera Guerra Mundial en la pista”.
Después en Instagram, con música de Benny Hill de fondo.
Y para coronar, mi prima me lo mandó por WhatsApp con el mensaje: “JAJAJA, eres tú, ¿verdad?”

Cuando lo vi tenía ya más de 50 mil reproducciones. Y sí… claramente era yo, con los ojos desorbitados y la dignidad en el suelo.

Martín, lejos de enojarse, me escribió:
—Bueno, al menos ahora eres famosa. ¿Hacemos una segunda parte?

Yo, con el ego destruido pero riéndome, respondí:
—Sí, pero la próxima en un lugar con menos cámaras y menos renos.