< Capítulo 11 >

En medio del caos desatado por la muerte de Frida, un soplo de aire fresco llegó a Ciudad Esmeralda en la figura de Emma Lancaster, la mejor amiga de Vanessa. Emma, una exitosa abogada londinense, había volado desde Inglaterra para apoyar a Vanessa en este momento de crisis.

Emma era una mujer inteligente, independiente y con un sentido del humor ácido. Era la confidente de Vanessa, la única persona en la que podía confiar ciegamente y a la que podía mostrar su lado más vulnerable. Su llegada al penthouse Robles trajo consigo una sensación de normalidad y estabilidad, un respiro en medio de la tormenta.

–Vaya, Vane– dijo Emma, abrazando a Vanessa con fuerza al llegar. –No te veía tan destrozada desde que te rompieron el corazón en la universidad. ¿Qué demonios está pasando aquí?–

Vanessa sonrió débilmente. –Es una larga historia, Em – respondió. –Pero estoy contenta de que estés aquí. Necesito a alguien que me diga la verdad, aunque duela.–

–Para eso están las amigas– dijo Emma, guiñándole un ojo. –Ahora, cuéntame todo. No me dejes ni un detalle.–

Mientras Vanessa relataba los últimos acontecimientos, Emma escuchaba atentamente, analizando cada palabra y cada gesto. Al finalizar, Emma suspiró.

–Santo cielo, Vane– dijo Emma. –Esto es más complicado que un caso de divorcio con bienes gananciales en siete países diferentes. Pero no te preocupes, te ayudaré a salir de esta. Para eso están las amigas, ¿no?–

Por otro lado, en un lujoso ático con vistas a la ciudad, Donatella Bossi disfrutaba de la compañía de Ronaldo, un joven atractivo de apenas veinticinco años. Ronaldo era su amante, un capricho juvenil que le proporcionaba compañía, admiración y una dosis de pasión que necesitaba para olvidar sus problemas.

La relación entre Donatella y Ronaldo era un secreto a voces en los círculos sociales de Ciudad Esmeralda. Muchos la criticaban por su diferencia de edad, pero a Donatella no le importaba lo que pensaran los demás. Ronaldo la hacía sentir joven y deseada, y eso era lo único que importaba.

–¿Estás preocupada, mi amor?– preguntó Ronaldo, acariciando el cabello de Donatella mientras bebían champán en la terraza.

–Un poco– respondió Donatella, suspirando. –Vanessa Robles está decidida a destruirme. Y no se detendrá ante nada.–

–No te preocupes, Donatella,– dijo Ronaldo, besándola con pasión. –Yo te protegeré. Nadie te hará daño mientras yo esté contigo.–

Donatella sonrió. Sabía que las palabras de Ronaldo eran vacías, que el joven solo estaba interesado en su dinero y su poder. Pero necesitaba creer en algo, necesitaba aferrarse a la ilusión de que alguien la amaba de verdad.

Mientras Donatella y Ronaldo disfrutaban de su romance prohibido, Borja Torrente observaba la escena desde la distancia, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Había logrado infiltrarse en el círculo íntimo de Donatella, y pronto tendría la oportunidad de manipularla y utilizarla para sus propios fines.

De vuelta en el penthouse Robles, Emma trataba de animar a Vanessa, recordándole sus fortalezas y ofreciéndole una perspectiva objetiva sobre la situación.

–Debes concentrarte en lo que realmente importa, Vane– dijo Emma. –La venganza es importante, pero no debes dejar que te consuma. Recuerda por qué estás haciendo esto, recuerda a tu familia, recuerda a Frida.·

–Lo sé, Em – dijo Vanessa, con voz cansada. –Pero es tan difícil. Siento que estoy perdiendo el control de todo.–

–No estás perdiendo el control, Vane– dijo Emma, tomando su mano con firmeza. –Solo necesitas un poco de ayuda. Y para eso estoy yo aquí. Juntas encontraremos una solución, juntas venceremos a Donatella y a Borja. ¿Me lo prometes?–

Vanessa sonrió, sintiendo un rayo de esperanza. –Te lo prometo, Em– dijo. –Juntas venceremos.–

Con la llegada de Emma y las pasiones prohibidas de Donatella al descubierto, el tablero de ajedrez de Ciudad Esmeralda estaba listo para una nueva partida...